jueves, 7 de febrero de 2013

Cuando el sector rural argentino todo de pronto se "plantara", saliendo a protestar a las calles y rutas del país, contra la política kirchnerista que había decidido expoliarlo quedándose con su renta, quizás no imaginó -en toda su tremenda dimensión- los castigos de toda índole que a partir de entonces recibiría por ser: "opositor".


El acoso al sector rural argentino, en cifras

by Emilio J. Cárdenas

Emilio J. Cardenas
Cuando se cumple un quinquenio del referido conflicto, hay algunas cifras fuertes, que muestran una dura realidad: la decisión no escrita, pero real, de postergarlo y castigarlo, todo lo posible. Sin importar nada que el sector sea el más dinámico y el que tiene, lejos, mayor competitividad y productividad en la economía argentina. Ni que el mundo demande cada vez más alimentos, como parece haber descubierto, tarde, la presidenta en su reciente gira por Asia.
Hasta no hace mucho, la Argentina era considerada el “granero del mundo”. En los últimos ocho años ha dado -conscientemente- la espalda al mundo entero y ahora apenas parece un pequeño granero de ella misma. La política ha maniobrado con un solo objetivo, populista y demagógico: el de generar precios bajos para el consumo interno. Achicando, sin el menor empacho, al sector y al país todo.
Veamos la realidad, tal cual es. Desnuda. Chocante.
Como lo acaba de demostrar un oportuno estudio económico de la Sociedad Rural Argentina (publicado en su excelente revista del mes de diciembre de 2012), la cadena agroindustrial argentina hace un aporte de divisas que siempre es esencial para la economía argentina. En el primer semestre de 2012 solamente, el sector produjo un superávit de divisas del orden de los 19.600 millones de dólares. Ello posibilitó, explica la Sociedad Rural Argentina, cubrir el déficit de divisas -sumado- de los sectores químicos, automotriz, textil y metalúrgico argentinos, que -conjuntamente- usan el 28% del superávit de divisas generado por el campo. En los últimos dos años, ese superávit del campo permitió, asimismo, cubrir el creciente déficit energético del país que equivale al 8% del superávit de divisas que genera el campo. A todo lo que debe sumarse la contribución esencial del agro al llamado “des-endeudamiento” argentino (en rigor, al pago de la deuda externa acumulada) que ha sido cubierto con el 11% del superávit de divisas generado por el campo.
En paralelo, gracias al duro “cepo cambiario” argentino, los exportadores de productos del agro reciben un dólar, en pesos, equivalente a $3,2. Esto además de tener que pagar impuestos a la exportación (créase o no), porque esto y no otra cosa son las llamadas “retenciones”, instrumento central de una política suicida respecto del sector agropecuario.
Para la soja argentina, en particular, el dólar es -escandalosamente- apenas de $1,01. Para el trigo, es de $ 0,95 y para la carne, de $1,05.
Mientras tanto, el dólar oficial está a $4,96 y el del mercado “libre” a $ 7,43. La enorme disparidad apuntada habla por sí misma.
La pérdida de competitividad es inevitable y la de los mercados tradicionales, también. A ello debe agregarse el desequilibrante impacto de la inflación, que ya supera el 25% anual. Devastador, del lado de los costos de producción. Si los precios de los productos del agro de pronto cayeran en el mercado internacional, la demolición del agro argentino, en curso, se aceleraría.
El caso particular de la carne argentina, considerada como una de las mejores del mundo si hablamos de calidad, es absolutamente paradigmático.
Las restricciones a la importación y los controles de precios han llevado a la Argentina del tercer puesto en el ranking mundial de los exportadores de carne que ocupaba en el 2005, al décimo, en la actualidad. Este año Argentina exportará apenas unas 180.000 toneladas de carne. Uruguay, país que es 15 veces más chico que la Argentina, exportará unas 375.000 toneladas. Más del doble, queda visto. Y su nivel de vida interno es ahora -además- mejor que el argentino. Paraguay, por su parte, exportará unas 225.000 toneladas.
En alguna parte, la caída del volumen de las exportaciones de carne argentina se compensa con la suba de precios internacionales de la carne. Eso, claro está, también beneficia a Uruguay y Paraguay y hace que ahora la distancia de ambos respecto de la Argentina sea aún más importante.
Como si ello fuera poco, el peso argentino perdió un 12,5% de su valor frente al dólar en los últimos 12 meses. Para el campo argentino, todo hace agua. Por donde se lo mire. Salvo en su fe inquebrantable y vocación de trabajo.
Lo más grave es que las medidas populistas para la carne no lograron siquiera su equivocado cometido político. Pese al costo de lo sucedido, que recae sobre los hombros de la nación toda. El precio doméstico de la carne aumentó, el año pasado solamente, un 20% y el consumo de carne bovina que hasta no hace mucho era de 63 kilos por habitante y por año, es ahora de 57 kilos. Todo compone un gigantesco fracaso, del que nadie se hace responsable, en medio de un “relato” oficial fantasioso, de espaldas a la verdad.
Las economías regionales también sufrieron. Mucho, como veremos enseguida con un solo pero importante ejemplo. No sólo se perjudicó a los presuntos “oligarcas”, entonces, en la mitología kirchnerista. Se ha lastimado a todos.
Por ejemplo: en el caso de los productores de fruta del valle del Río Negro, en la Patagonia. El retraso cambiario ha hecho verdaderos estragos entre ellos. Las ventas a los mercados europeos se desplomaron. Las manzanas, en particular, fueron las frutas que más sintieron el golpe. En los últimos siete años, sus ventas a Europa cayeron un 63%. La de las peras, un 34%.
En los nueve años de gestión K, las ventas de fruta al Viejo Continente cayeron un 70%, en promedio. Un desastre de proporciones, ya inocultable. Menos ingresos de divisas, entonces. Cesión de mercados tradicionales a otros exportadores, como los chilenos. Y exceso de oferta en el mercado interno. Desde el 2005 a hoy, los costos argentinos de producción de fruta aumentaron, en dólares, un 160%, contra el 68%, que fue la devolución del peso contra el dólar en ese mismo período. De locos. Los gastos de cosecha de fruta, por su parte, crecieron un 250%. El Valle del Río Negro se asoma, una vez más, a la crisis. Como ocurriera en el 2001. Así de grave.
Hasta aquí los hechos, en algunas de las múltiples dimensiones en que el kirchnerismo está destrozando al agro argentino. Triste, como realidad. Pero es así. Es lamentable y da mucha pena. Por el engaño consumado, por el que los argentinos habrán de pagar un precio caro. Tarde o temprano.
Emilio J. Cárdenas
Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas

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