viernes, 15 de junio de 2012

Documento para el Congreso de la Federación Universitaria Argentina, Córdoba, 16 y 17 de junio.


A 17 años de la Ley de Educación Superior neoliberal
Para dar grandes luchas hay que tener grandeza política



QUEBRACHO FUA 2012.jpgA diez años de la batalla del Puente Pueyrredón como continuidad de la gesta histórica del 19 y 20 de diciembre, y a 17 años del Abrazo al Congreso del 31 de mayo para resistir la sanción menemista de la Ley de Educación Superior, es importante plantear las tareas que debemos realizar dentro del movimiento estudiantil para involucrarnos como un actor fundamental en la lucha popular argentina.
Lejos del análisis facilista que construye el relato oficial de que los jóvenes “volvieron” a creer en la militancia a partir de la muerte de Néstor Kirchner, es notorio que como pueblo hemos podido avanzar y ganar, en todos estos años de lucha, un capital político que nos posiciona en buenas condiciones para construir un proyecto de país acorde al despertar nuestroamericano. Esta situación, nacional y continental, es la que verdaderamente despierta el entusiasmo de miles de jóvenes y los lanza a organizarse en distintas expresiones políticas. En esta clave es importante que nos pensemos como movimiento estudiantil a la hora de construir políticas en las escuelas o en las universidades. Porque no se trata de ganar centros de estudiantes para administrar servicios, sino para organizar e involucrar a todos los estudiantes en las batallas orientadas a descolonizarnos de forma  económica, política y cultural.
Por eso, no es menor en cómo hacemos la política de cara a los estudiantes. Es imprescindible que podamos construir espacios de debate y organización para enfrentar el saqueo de nuestra patria. La formación escolar y académica que tenemos está modelada de forma mercantilista. Para eso se promulgó la Ley de Educación Superior (LES) en 1995 ante una gran resistencia del movimiento estudiantil unido. En esa misma orientación se creó la CONEAU.  No podemos pensar a la educación por separado de todo, es necesario comprenderla como un engranaje más del saqueo de nuestros bienes comunes. Es necesario que el factor político esté presente en cada acción que emprendamos, y comprendernos como actores políticos decisivos en la lucha revolucionaria, esos son los primeros pasos para poder establecer los objetivos.
Como QUEBRACHO decíamos que “la suma de tácticas no hacen una estrategia, pero sí dan cuenta de una política”. Hay que ser consecuentes y coherentes, la excusa fácil de culpar a los estudiantes por su falta de interés raya lo absurdo, ya que a nuestro entender estamos en mejores condiciones para organizarnos que años atrás, hasta incluso la recuperación del 51% de YPF por parte del Estado es un envión anímico que debería fortalecer nuestra lucha contra las persistencias duras del neoliberalismo, como lo es nuestro sistema educativo. Pero ¿cómo pretendemos movilizar a los estudiantes si la propia militancia hace una práctica sectaria de la política? ¿Cómo pretendemos que los estudiantes participen de asambleas si la militancia no construye espacios de discusión política en las aulas y en los pasillos? ¿Cómo pretendemos destruir la LES si no somos capaces de construir la unidad necesaria para conseguirlo?
Hay que establecer criterios de acumulación política que se salgan de la lógica electoralista con la que se suele medir su efectividad. Eso es reformismo. Las agrupaciones estudiantiles revolucionarias tienen que apuntar a enamorar políticamente a los estudiantes, sin banalizar todo, sino hacer de la práctica militante el medio para transformar la realidad. Es fundamental construir lazos de unidad política con objetivos concretos y palpables que puedan ser abrazados por la mayoría de las fuerzas políticas antineoliberales. Desterrar al neoliberalismo de la Universidad, volteando la LES con la movilización popular, es ganarle una gran batalla al saqueo de nuestros bienes estudiantil prensa.jpgcomunes culturales.
Saludamos los esfuerzos hechos hasta acá por varias federaciones, entre ellas la FUBA y la FULP, con la que logramos construir la movilización del viernes 18 de mayo desde el Ministerio de Educación de la Nación hasta Plaza de Mayo, levantando algunos puntos reivindicativos generales. Pero no alcanza, no porque estén mal las consignas, sino porque no logramos trascender el sectarismo ideológico. Para conquistar semejante paquete reivindicativo es necesario salirnos de la lógica con la que nos hemos movido hasta acá, que no es más ni menos que la “izquierda” por un lado y el “Kirchnerismo militante” por el otro. Y que se entienda bien, no planteamos que no hay que tener seguridad ideológica, sino todo lo contrario, nos debe guiar el antiimperialismo para dar luchas de carácter antiimperialistas.
Ni lo que se llama “la izquierda” es homogénea y revolucionaria en su conjunto, ni todo el kirchnerismo universitario es nacional y popular. Podemos seguir encaprichados en querer juntarnos bajo esos dos grandes bloques y seguir dando luchas estériles por separado, o definitivamente damos un salto en calidad y logramos ponernos por encima de las diferencias dogmáticas y estéticas, y trazamos un acuerdo común para construir una nueva Ley de Educación Superior del pueblo, libre, soberana y antiimperialista.
Todo los que estén de acuerdo con que las multinacionales no digiten nuestra educación, con que hay que sacar todo tipo de arancelamiento directo e indirecto, con que debemos quitar los ingresos eliminatorios y todas las formas restrictivas de regularidad, y con que debemos construir una norma jurídico-política que esté orientada por los intereses del pueblo, debemos estar juntos para conseguirlo. Porque no es un problema de izquierda y peronismo, es un problema de patria o saqueo, y esa debe ser nuestra vara que mida la unidad política contra el mercantilismo universitario.
Todos los procesos revolucionarios de Nuestra América tuvieron movimientos estudiantiles activos, maduros, comprometidos con la lucha revolucionaria. Hicieron grandes esfuerzos para vencer sus diferencias para enfrentar un enemigo común: el imperialismo. Fidel Castro, Carlos Fonseca, Mario Roberto Santucho, u otros revolucionarios, cuando eran militantes universitarios intentaron construir plataformas de lucha genuinamente comunes, con la intención de unificar a la mayor parte de sus pueblos. Eso es lo que tenemos que hacer nosotros, los que pretendemos ser militantes populares revolucionarios.
Hoy, como pueblo, estamos en condiciones inmejorables para construir plataformas políticas de carácter revolucionarias que sean transitadas por los estudiantes. No seamos nosotros los que bajemos las expectativas con nuestras diferencias de poses marxistas o peronistas. Tenemos que ser capaces de construir espacios y puntos en común que nos permitan estar a la altura del despertar de Nuestra América. Esos son nuestros principales desafíos y en eso tendremos que invertir nuestra militancia. Estamos de pié, sólo hay que caminar...

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