jueves, 8 de agosto de 2013

Jaime Perriaux, la última cara de la complicidad entre civiles y militares.

ARGENTINA

Después de años de oscuridad, el Grupo Azcuénaga aparece en boca de fiscales que interrogan a civiles y militares vinculados con la represión

Por Julián Maradeo

4 agosto 2013

Fue ministro de Justicia del gobierno de Levingston y el hombre fuerte de Staudt & Cía, relacionada con el nazismo. Legitimó la pena de muerte, redactó el proyecto de la Cámara del Terror y propuso que los uniformados no vuelvan a los cuarteles.


Veintidós de julio de 1980. Cuatro hombres dialogan en torno de una mesa. Hablan sobre el futuro. Sobre cómo seguir. Puntualmente, discurren sobre la "descendencia del Proceso?". Obturan las referencias al presente. No dudan de que, de una vez por todas, se retomó la senda de la generación del ?80. Que la decadencia populista quedó atrás. Que se encuentran de cara a la segunda fundación de la república. 
Uno de ellos es el organizador de esos "Diálogos" con interlocutores que comulgan con sus ideas sobre el país. Se llama Albano Harguindeguy y es el ministro del Interior del Proceso de Reorganización Nacional. Disciernen sobre las Bases Políticas que la dictadura acaba de presentar. Los otros tres hombres representan a la Sociedad de Estudios y Acción Ciudadana. Son Ernesto Parellada, Gustavo Perramon Pearson y Jaime Perriaux. 
Del primero se sabe poco: fue ministro de Industria y Minería de Agustín Lanusse, durante 1971. 
Sobre el segundo, valen las palabras del presidente de la Comisión Provincial por la Memoria, Hugo Cañón, quien señaló al ex intendente de facto de Bahía Blanca como "uno de los principales referentes de los 'Amigos del V Cuerpo de Ejército', asociación civil de apoyo al Ejército en Bahía".
Del tercero, es, justamente, de quien habla esta crónica.
No hay mucho sobre él. Y lo que hay, se repite. Parece un círculo del que los autores no pueden salir. Son pocos los que lo conocen y, entre los que lo trataron, mucho menos aún los que se refieren a él. Su única hermana viva, Colette, no sabe, no contesta. Sus hijos tampoco. Sólo su hija Josefina, en un cruce de mail, concedió: "La distancia entre esta definición de mi padre y la realidad  de su persona es infinita, y por ello se vuelve infranqueable. Mi humilde opinión, como hija, no tiene fuerza frente a lo que la visión histórica dominante ha elaborado en torno a su figura". Con esa definición alude a cómo calificó Vicente Muleiro a su padre en 1976. El golpe civil: "Era ideología autoritaria en estado puro". 
¿Qué misterio cifra el nombre de Jaime Perriaux? ¿Qué simboliza ese abogado, intelectual políglota y empresario de un holding filo nazi en relación al siglo corto de las dictaduras argentinas? Ni más ni menos que la última cara de la relación entre civiles y militares que dominaron la escena social y política argentina hasta 1983.  
Si hoy alguien ingresó al archivo digital de La Nación y puso Jaime Perriaux, obtuvo once coincidencias a partir de 1999.
Carlos María Túrolo Bustamente vive donde siempre lo hizo el patriciado porteño durante el siglo XX: en Ayacucho, casi Avenida Las Heras. Cuando fue pautada la entrevista, se jactó de no recordar nada: "Todo está en el libro". Ante la insistencia, se resignó: "Ya le advierto: lo voy a defraudar". Quien entre en su departamento se topará con cinco armas cortas, añejas y bruñidas, expuestas, en posición ascendente, sobre una mesa. Algunas, con el cargador a la vista.  
Es difícil encontrar entrevistas que se le hayan hecho. Túrolo no es del palo. Su profesión son los negocios privados: durante la década del ?70, trabajó para una empresa estadounidense en Oriente. De regreso a la Argentina, a principios de los '80, publicó dos best seller sobre la guerra de Malvinas. Sin embargo, fue De Isabel a Videla, en 1996, su trabajo más significativo. Ante el pacto de silencio vigente, Túrolo sintetizó qué fue lo que necesitó para ganarse la confianza de varios de los protagonistas del matrimonio cívico militar que llevó a cabo el golpe de 1976: su linaje. 

?Mi padre, que fue militar toda su vida, no pertenecía a ninguna familia tradicional, pero mi madre sí. Por mis abuelos maternos, desciendo de gobernadores de la provincia de Buenos Aires, de guerreros de la independencia. Mi madre descendía de uno de los dos fundadores de la ciudad de Córdoba. Por ella, desciendo de vicepresidentes de la república del siglo XIX, dos gobernadores de la provincia de Buenos Aires, de seis gobernadores de provincias del interior y del conquistador español Jerónimo Luis de Cabrera. Mi mamá era Bustamante Alsina.
Con eso sólo no bastaba. Puesto que dentro del ámbito castrense, lo que quitó el cerrojo fue la trayectoria de su padre: Carlos José María Túrolo. Ese general colorado formó parte del golpe contra el gobierno de Perón en 1955, y fue uno de los cabecillas de la rebelión contra Frondizi, en 1962.
Su libro se convirtió en cita obligatoria porque los testimonios que recogió alumbraron un eslabón que hasta el momento se escurría no sólo en la bibliografía existente sobre el tema, sino también en la justicia: la connivencia cívico-militar.
Túrolo cree que todo está en la hipótesis que José Luis de Imaz da, en Los que mandan, sobre las elites.


Levingston

?En esa época, quedaban resabios de una vieja Argentina. Gente de clase alta, no clase alta por guita al estilo Eurnekian, sino como lo eran Blaquier, García Belsunce, Martínez de Hoz. Más allá de que conservaban poder económico, formaban un núcleo importante, cuyo origen era una relación de generaciones. Las Fuerzas Armadas eran muy respetadas por la clase media y alta. Los generales iban siendo asimilados. Era natural. Entonces, había ya de por sí una madeja. Los conocían socialmente. Empezaban a incorporarse a los clubes, los hijos iban a los colegios. Había una serie de colegios que eran de elite no por centenarios sino por el tipo de gente que iba, como el Champagnat y el Newman. Ese tipo de sociedad existió en todos los países. Fue terminando en distintas épocas. En el fondo, era un tipo de sociedad como las monárquicas. Toda esa gente ?los integrantes del grupo Perriaux y los militares? tenía contacto siempre. 

JUNIO DE 1970. El presidente de facto Roberto Marcelo Levingston encargó a Ibérico Saint Jean, jefe del Servicio de Informaciones del Estado, el hallazgo de una persona  para ocupar el Ministerio de Justicia.
Jaime Perriaux juró el 26 de junio, 13 días después que sus pares. Jacques estaba en Salta, acompañando a Julián Marías. El filósofo español disertaba sobre "La vida humana y su mortalidad", en el Salón Auditórium del Ministerio de Desarrollo Social. El raid de charlas había arrancado en la Escuela Superior de Guerra.
Los periódicos brindaron información escueta sobre el nuevo hombre de estado. La Nación y La Prensa prefirieron hacer hincapié en su labor como profesor de inglés en escuelas para adultos del Consejo Nacional de Educación y como profesor adjunto en la cátedra de Derecho Político de la UBA.
Sin embargo, al menos desde 1963, era de público conocimiento su paso por la empresa del magnate germano argentino Richard Wilhem Staudt. Era así porque en su octava edición, la enciclopedia biográfica Quién es quién en la Argentina había aportado algunos datos sobre Perriaux que la prensa soslayó: "Profesor universitario. Comerciante (?.) Fue abogado en el Dpto. Legal de "Standard Oil Co." S.A Arg. (1948-49) y Mbro. Del Est. Jurídico Rayces, del Carril y Darquier y luego del Est. de del Carril, Perriaux y Costa Méndez (1950-58). En la actualidad Vicepte. de las SS.AA. "Staudt y Cía, desde 1955, Pfaff-Bromberg", desde 1958 y "Citroen Arg", desde 1959 (?)".  
Cónsul de Austria y Honduras en el país, Staudt fue, en 1938, el orador principal durante la velada en la que se celebró, en el Luna Park, la anexión de Austria a la Alemania hitleriana. Consumada la victoria de los aliados, a través de la Junta de Vigilancia y Disposición Final de la Propiedad Enemiga, se iniciaron las investigaciones sobre los movimientos de las empresas y empresarios de origen alemán y sobre los aliados del nazismo. En 1945 fue intervenido el grupo Staudt. 
Tras la muerte del polifacético empresario, en 1955, anotó Rogelio García Lupo: "Perriaux tuvo a su cargo los intereses de Elisabeth Köenig de Staudt  hasta su fallecimiento; en las actas comerciales de la compañía figuran, a partir de 1955, los nombres de Elisabeth y Perriaux como presidenta y vice del directorio de la sociedad anónima fundada en 1923 y autorizada para la exportación de cueros y lanas y la importación, distribución y comercio mayorista". 
Para la revista Confirmado, Perriaux era un "ministro insólito". En diciembre, el semanario dirigido por Rodolfo Pandolfi lo puso en tapa. En ella, se veía el rostro contemplativo del hombre fuerte de Staudt & Cía en primerísimo primer plano: "En busca del Tiempo Político", decía el título. 
Perriaux fue presentado como "el encargado de ofrecer una estrategia política para la Revolución". Su misión: diseñar el nuevo estatuto de los partidos. En el interior de la publicación, Jacques aparecía levemente recostado sobre su sillón ministerial. Peinado a la gomina, su media sonrisa destilaba aplomo y soberbia. En esa ocasión, ese "político modelo intelectual" fraseó: "Durante más de 15 años, hice cosas que no me gustaban, que eran ajenas a lo mío: sé lo que es tener que levantar un pagaré o no tener fondos para pagar una quincena. Ahora estoy aquí porque creo que puedo servir pero mi vocación es netamente intelectual". 
Si hoy alguien ingresó al archivo digital de Clarín y puso Jaime Perriaux, obtuvo cinco coincidencias a partir de 1999.
Antes de asumir como ministro, Perriaux ?nacido el 21 de agosto de 1920, en Buenos Aires? se había destacado como discípulo del creador de la teoría pura del derecho, Hans Kelsen, y del sociólogo español José Ortega y Gasset, a quien conoció durante su exilio en el país. 
Considerado un niño prodigio, el hijo de Enrique Carlos Perriaux y de Jeanne Marie Grasset de la Ferrière, estudió abogacía en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, de donde egresó con medalla de oro y recibió el premio Alberto Tedín Uriburu, en 1943.
Para recordarlo, Juan Ramón Aguirre Lanari logró esfumar por un momento las nubes de su desmemoria: "A Perriaux lo conocí en la Facultad de Derecho de la UBA. A pesar de que él estaba más adelantado, teníamos gente en común. Aparte, era muy conocida su gran capacidad. Nunca pude escucharlo personalmente, pero siempre se hablaba de los magníficos exámenes que rendía".  Aguirre Lanari fue el último canciller de la dictadura.
En 1945, Perriaux tradujo Sociedad y Naturaleza, de Kelsen. Tras cartearse durante su beca en la Universidad de Michigan, se conocieron cuando el austríaco nacionalizado norteamericano realizó una gira por Sudamérica. El eje de ese paso de Kelsen por el país fue la disputa entre el local Jorge Cossio, creador de la Egología, y el grupo liderado por Francisco Soler, del que formaba parte Jacques.


Martínez de Hoz
Como procurador general de la Nación, Soler emitió un dictamen sugiriendo a la Corte Suprema que la matanza perpetrada, en José León Suárez, en junio de 1956, debía juzgarse en el fuero militar. Para Rodolfo Walsh: "en media carilla, el doctor Soler se traga todo lo que durante décadas ha enseñado en sus cátedras y en sus textos". 
Antes de viajar a Francia, al ser becado por La Sorbona, Perriaux pasó por Uruguay. En su ensayo inédito Relaciones académicas en tiempos turbulentos: Kelsen, Couture y Perriaux, Oscar Sarlo, especialista en Filosofía del Derecho, recuperó unas líneas del profesor uruguayo Juan Couture sobre Jacques, tras la visita en 1949: "Este mes aparecieron tres personajes interesantes (?) El tercero es Jaime Perriaux. Recibí de él unas líneas adjuntándome un buen libro. Cuando no le conocía, me dijo Kelsen de él que era el hombre más inteligente que había encontrado en la Argentina (?) A raíz de la carta, le invité a venir a Montevideo. Vino y causó una magnífica impresión. Luego se fue para Europa".
Si hoy desde cualquier lugar del planeta, alguien ingresó a la Hemeroteca digital del diario español ABC y puso Jaime Perriaux, obtuvo 25 coincidencias a partir de 1970.
Meses antes de su asunción, Eudeba había publicado el que sería su único libro: Las generaciones argentinas.  
Allí, partiendo de En torno a Galileo, de Ortega, Perriaux desarrolló su concepción sobre el papel de las minorías ?de las que se consideraba parte? y de las masas: "Minorías ?y dentro de ellas los hombres sobresalientes de la generación, los guías, los arquetipos, en uno u otro campo? que crean novedades propias de cada generación y, sobre la base de lo recibido en los primeros dos períodos, niñez y juventud, en especial el segundo, acuñan la sensibilidad, el estilo propios de ellas. Y masas dóciles a esas minorías ?¡gran bendición!? o rebeldes, pero siempre suscitadas por ellas, son, si cabe la metáfora, la vasta altura media sobre la cual se alzan los cerros y picos de las minorías que configuran así el paisaje generacional".      
No bien se convirtió en ministro, sobrevinieron el hallazgo del cadáver cubierto de cal de Pedro Eugenio Aramburu, en una estancia de Timote, Buenos Aires, "La toma de La Calera", en Córdoba, el Catamarcazo y el operativo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias en Garín. 
La faceta camaleónica de los liberales argentinos estaba también en Jacques. A pesar de haber sido ungido para iniciar el diálogo con los partidos, terminó perfeccionando, en poco más de un año, el aparato represivo. 
Aunque arreciaron las críticas luego de que propusiese endurecer el otorgamiento del hábeas corpus, Jacques fue más allá y legitimó la pena de muerte: "Seguramente, el sucesor de Conrado Etchebarne debió tener problemas con su conciencia orteguiana mientras recomendaba la inclusión de la pena capital en el Código Penal argentino", dijo el periodista Heriberto Khan. 
Cuando su reloj de arena en el ministerio se agotaba, ya en el régimen de Lanusse, hizo su obra maestra: con la ayuda de Manuel "Tata" Argibay, redactó el texto que crearía la Cámara Federal en lo Penal, popularmente conocida como La Cámara del Terror. Entre los jueces de este fuero antisubversivo, estaba el abogado Jaime Lamont Smart, futuro ministro de gobierno durante la intervención de la provincia de Buenos Aires a partir de 1976, bajo el mando de Saint Jean.
El primero en quedar frente a los magistrados fue el jefe montonero Roberto Quieto, quien fue secuestrado cuando iba a visitar a su hija. La mayoría de los condenados express terminó en la prisión de Rawson. 
Desde antes de ser reemplazado por Ismael Quijada, a mediados de 1971, Jacques era protagonista de los encuentros que darían a luz a su agrupación "Pronunciamiento Social Republicano", que se presentó en el restaurante Lo Prete. Un suelto en la sección "Entretelones", de Confirmado, subrayaba: "desde hace pocos días, un grupo de civiles y militares repite cada noche una vieja costumbre política, tradicional en las primeras cuatro décadas del siglo: se reúnen en el petit hotel de la calle Azcuénaga, de Buenos Aires, donde funciona un club político fundado por el teniente coronel Federico de Álzaga". Un dato: el lugar donde  se reunía el Grupo Azcuénaga pertenecía a  Carlos Pedro Blaquier, propietario de Ledesma.
El investigador Martín Vicente no duda: Jaime Perriaux es el típico intelectual liberal-conservador que parió el siglo corto de las dictaduras argentinas. Típico por dos aspectos: por su formación en derecho y su especialización posterior en filosofía y por su pertenencia a clubes, asociaciones o agrupaciones de notables.
Según él, Perriaux encontró en el economista Ricardo Masueto Zinn, a quien Gabriela Cerruti calificó como el mentor de Mauricio Macri, el engranaje ideológico perfecto: en La Segunda Fundación de la República, "Zinn denota la lectura política que está connotada en Perriaux, pero además lo está escribiendo en un momento particular. Para ellos, la generación del '80 es un faro. Esta perspectiva no está exenta de problemas. El más claro es cómo la generación del '80 se encargó de edificar su derrotero político: para ellos los problemas están en torno de la Ley Sáenz Peña, ya que abre la puerta a la Argentina de masas y populista. En la idea de una organización nacional alrededor de un liberal conservadurismo, llevado a cabo por políticos e intelectuales de raigambre notables, está el plan político de estos autores".  

AHÍ ESTÁN. Jacques lidera al grupo que propone a Harguindeguy que, cuando se concrete la apertura política, los militares no vuelvan a los cuarteles. El ministro del Interior ya había dicho la frase que preanunciaba el genocidio: "Nosotros no vamos a andar tirando cadáveres en los zanjones, de ahora en adelante los cadáveres no van a aparecer". Perriaux fue al grano. Lo que le importaba era sobre qué se apoyaría la descendencia del Proceso: "Ciertos cargos no pueden ser ocupados por personas que no cumplen con los requisitos mínimos indispensables. (?) Lo que propusimos es el establecimiento de un mínimo de requisitos que garanticen que no lleguen a determinados cargos hombres o mujeres que a priori sepan que no los van a poder desempeñar". 
Los integrantes de la Sociedad de Estudio y Acción Ciudadana veían cómo su capacidad de influir sobre la dictadura se estaba diluyendo. Su etapa de oro había comenzado cuando conocieron  a Jorge Rafael Videla. El propio dictador, que situó ese evento en julio de 1975 ?cuando quedó al frente de la Junta de Comandantes del Ejército?, los calificó, casi 40 años después, como "un grupo de consulta serio". 
El Grupo Azcuénaga había impuesto a su principal alfil en el Ministerio de Economía: José Alfredo Martínez de Hoz, en cuyo equipo se introdujeron Guillermo Zubarán (secretario de Energía), Mario Cadenas Madariaga (secretario de Agricultura) y Carlos García Martínez (jefe de Asesores del Ministerio de Economía). Por otro lado, el mismo origen tenían los ministros Juan José Catalán (Educación) y Alberto Rodríguez Varela (Justicia). 
En 1977, a un año del golpe, junto a Jorge Luis Borges, Soler y Bonifacio del Carril, Perriaux firmó una solicitada con ruegos para que el régimen militar no concluyese.
La feroz represión, el crecimiento del desempleo y la destrucción de la industria fueron esmerilando la gestión de Martínez de Hoz, quien, cuando Roberto Viola sustituyó en la presidencia de facto a Videla, fue reemplazado por Lorenzo Sigaut, que, también, había pasado por las filas del grupo que conducía Perriaux. 
Jacques falleció el 5 de septiembre de 1981, luego de someterse a una operación por sus afecciones cardíacas. 
Tras participar en el entierro en el Cementerio de los Disidentes de Llavallol, Julián Marías publicó dos necrológicas: una en La Nación y otra en el diario español ABC.  En el periódico argentino, lo definió como ?libre y liberal, convencido de que el hombre debe buscar el camino de su vida y no seguir el que le señalen desde arriba (o, lo que es peor, desde abajo), había puesto su vida a una carta: la plenitud de la Argentina. (?) Tenía puestas en Perriaux mis mejores esperanzas para la salud histórica y social de la Argentina".
Después de años de oscuridad, la participación de Perriaux  y de los integrantes del Grupo Azcuénaga aparece en boca de fiscales que interrogan a civiles y militares vinculados con la represión. No obstante, lejos está de completarse el rompecabezas.

Fuente: Tiempo Argentino

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