viernes, 15 de mayo de 2015

Nestor KIrchner, informante de los militares.

El pasado oculto de Kirchner


Cuando Néstor no era K: el libro que destroza la historia de Kirchner 
En Lejos del bronce, Julio Bárbaro reconstruye el lado no tan conocido del ex presidente. Entrevistas a vecinos y amigos desnudan la ambición y los vínculos con la dictadura.


Néstor era informante de los militares cuando estaba en la universidad, en el ’74 o ’75, junto con otros que se decían compañeros. 

Hay una foto en la que está detrás de Camps, en una de las visitas del ex jefe de la Policía bonaerense a Río Gallegos.

 Kirchner fue estudiante destacado durante la última dictadura. Sus primeros pasos en la riqueza los dio con los militares, gracias a los remates que hizo con la financiera Finsud. 

Él era un tipo muy reconocido dentro del ámbito castrense por su rol de informante. Eso que dijo de los derechos humanos, de las Madres de Plaza de Mayo, fue puro cuento, marketing para la población. 

A Néstor le desaparecieron compañeros y él no se ocupó de buscar a esos tipos. Como abogado, no presentó ni un solo hábeas corpus. 

Es más, han ido compañeros a verlo y él nunca se presentó como querellante del gobierno militar.

 Se han acercado amigos y amigas de ellos para hacerles alguna consulta y Cristina primero les cobraba. (...) 

Por Julio Bárbaro | Por Oscar Muiño | Por Omar Pintos 


Néstor Kirchner era informante de los militares.

Estos son algunos de los testimonios de vecinos, compañeros y adversarios políticos de Néstor Kirchner en Santa Cruz con los que cuenta el libro Lejos del bronce. Estas entrevistas las realizó Omar Pintos. 

Carlos Alberto Portel. Vecino de infancia de Néstor Kirchner y militante peronista de la década del 70. 

A Néstor Kirchner lo conozco de toda la vida, éramos vecinos. Todos los chicos jugábamos en una canchita de barrio que estaba en Belgrano y 25 de Mayo, en Río Gallegos, y a Néstor no lo dejábamos ir porque era un boludo, el tonto del barrio. El tonto que llegó a presidente. Ya de chico, en la juventud, en la política, siempre fue un prepotente. En barra era prepotente; solo no valía nada. Sus familiares, en cambio, los tíos, las tías, eran excelentes personas. 

Lo operaron muchas veces de la garganta en Santiago de Chile porque era gangoso. Cuando fue mejorando su dicción, nos pusimos todos contentos más allá de que fuéramos o no amigos. Pero cuando fue electo gobernador, se vengó de toda la gente que se había reído de él. Contra lo que debe ser la concepción de cualquier político, Néstor se tomó una revancha personal y destruyó a los que se habían burlado de su dicción defectuosa, entre quienes estuve yo. 

En política nunca estuve con Néstor porque él no era peronista. Nunca fue peronista. Cuando nosotros militábamos en la JP, allá por el año ’70, ’71, él formaba parte de las regionales peronistas. Venía de La Plata a Río Gallegos, armaba despelote y se iba con un grupito de amiguitos suyos. 

Tenían repercusión porque eran los “montoneritos”, pero no eran montoneros de verdad. Todos sabíamos que Kirchner vendía a los compañeros de acá. Eso que contó al asumir la presidencia en 2003, cuando dijo que lo secuestraron en La Plata, que lo tiraron en un zanjón, es todo mentira. Jamás estuvo preso, a él nunca lo tocaron. Durante la dictadura, yo estuve preso con el padrino de su hijo, Cacho Vázquez, y después me tuve que ir del país. 

libro

publicado

El Frente para la Victoria (FpV) no tuvo nada de frentista: ahí el único que mandaba era Néstor. En más de una ocasión, pasé por el Hotel Comercio mientras él cenaba con otros, y cuando yo le decía que necesitaba hablar con él, Kirchner chasqueaba los dedos y les decía a Zannini y al Rudy Ulloa: “Rajen de acá, que tengo que hablar con él”. Todos salían disparados como ratitas. En el FpV no había ningún peronista de verdad. 

Kirchner construyó poder en base al miedo. Su manera de hacer política siempre fue la patota. Tenía una patota muy bien armada. Y más aún cuando fue gobernador. Llegó a tener varias. Cacho Vázquez manejaba una patota, Rudy Ulloa manejaba otra; el Negro Vidal, otra; el Karateca Gómez, otra más. El lema de ellos era “por la razón o por la fuerza”, como dice el escudo chileno. La gente les tenía miedo y ellos se manejaron con la intimidación. 

Aún hoy hay funcionarios que le tienen miedo al FpV, miedo a la estructura provincial, porque la patota de Néstor sigue operando. Acá, en Río Gallegos, hoy funciona una estructura de inteligencia peor que la SIDE. En las calles Maipú y Chile no van a lo ideológico sino a lo personal. 

Kirchner construyó en base a la extorsión con la vida personal de los ciudadanos. Me consta porque así lo hizo conmigo. Acá hubo quienes querían mucho a Néstor porque era muy carismático, pero le tenían miedo. 

Lejos del bronce

El apriete a los medios, que tanto sorprendió a nivel nacional, es una vieja práctica del kirchnerismo. Néstor era intendente de Río Gallegos cuando la Gobernación me designó director de Informaciones de la provincia y me hice cargo de Canal 9. 

Un día, él y cuatro colaboradores suyos, junto con Rudy Ulloa, tomaron el canal sin darse cuenta de que a las 11 de la noche yo todavía estaba adentro de las instalaciones. Los metí en el despacho de la Dirección y ordené que se labraran actas en la escribanía López Donald. Néstor era muy cagón. 

Cuando uno le decía las cosas de frente, achicaba enseguida. 

Le demostré que no le estábamos haciendo una campaña en contra y a la mañana siguiente fui, actas en mano, a ver al gobernador, que me dijo que no les diera pelota.

 Néstor era jodido en ese tipo de cosas, por eso no me llamó la atención que quisiera manejar los medios de comunicación cuando fue presidente: siempre lo hicieron. De prepo, por la fuerza, porque nadie les ponía límites. Y yo se los puse. 

Cristina es patotera como los mejores patoteros que tuvo él. A ella nadie le puso un freno nunca porque también le tenían miedo. El aparato kirchnerista está armado para eso, al estilo nazi. El gobierno más parecido a los nazis que tuvo la Argentina es éste. El kirchnerismo se maneja con el libro de Goebbels: “Miente, miente, que algo quedará”.

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